miércoles, 14 de noviembre de 2012

Gustavo Dessal comental El Mapa y el Territorio de Michel Houellebecq

            Una profunda piedad sobre la condición humana

Quiero agradecerle a Héctor la apertura que ha hecho de la tertulia, estableciendo una perspectiva verdaderamente interesante sobre el arte como reflejo o síntoma del mundo contemporáneo.

Para mi gusto estamos hoy ante una novela de gran riqueza, independientemente de la polémica que se pueda crear acerca del escritor. He leído todas las novelas de Houellebecq, incluso el intercambio epistolar entre él y Bernard-Henri Lévi publicado con el título Enemigos públicos. Creo que Houellebecq no es sólo un escritor, es también un filósofo, un pensador. Eso es algo que me gusta de los escritores, pues en la literatura es necesario que haya también un pensamiento. Houellebecq no es un simple escritor que se dedica a entretener y producir best-sellers, sino que tiene algo más.

Independientemente de la fascinación que ejerce, buena parte de la crítica lo ha condenado como un tipo canalla. Supongo que él ha hecho bastante para granjearse esa fama. Sin embargo, en su obra no he encontrado una posición canallesca, sino todo lo contrario.

En primer lugar, me parece que no es un moralista. No es el único autor que ha hecho el esfuerzo de retratar la posmodernidad –posiblemente sea, en ese sentido, uno de los mejores— pero como digo, ha tenido la capacidad de situarse en una perspectiva que no abre juicios morales. Houellebecq hace una crítica social terriblemente descarnada, pero al mismo tiempo es capaz de expresar una profunda piedad sobre la condición humana. Por eso pienso que no se trata de un sujeto canalla. Hay muchísimos párrafos y frases donde detrás de ese personaje que parece cínico, frío, y descreído de todo, se expresa una compasión por el género humano.

Un caso concreto. La manera en que describe el geriátrico y las cenas de los ancianos. Por una parte, con esa crudeza propia de la época contemporánea en la cual la gente no sabe qué hacer con sus viejos, pero a la vez la descripción traduce una profunda piedad por el dolor y el sufrimiento. Hay muchos ejemplos de ese tipo.

Pocas veces he leído a un autor tan autobiográfico. Él está en todos sus libros y en todos sus personajes, incluso los femeninos. Se desdobla en todos ellos.

El mapa y el territorio es una obra madura. En esta ocasión, a diferencia de las anteriores, no utiliza el recurso a lo pornográfico. Hay que decir que, en otras novelas, lo utiliza muy bien, pues no es fácil hacerlo con rigor y estilo. Pero en esta vemos a un Houellebecq muy distinto.

Me ha interesado, fundamentalmente, el personaje que crea, Jed Martin, ese personaje que, insisto, se repite en otras novelas. Por ejemplo, en Las partículas elementales, uno de los protagonistas es un sujeto semejante a Jed Martin. Y en casi todos los personajes está esa caracterización de un sujeto profundamente extraviado en la existencia, terriblemente separado de la vida. En efecto, es sintomático que su partenaire más humano, su compañero fiel, sea ese calentador estropeado. Jed se ha convertido en un multimillonario, pero no lo cambia por otro. Tiene un gran cariño por ese objeto. Y es que Jed no puede amar nada vivo. Si todos estamos separados del territorio, él lo está un poco más.

Hay varios ejes de lectura fundamentales. Por una parte la relación con el padre, que recorre todo el libro. Una relación un tanto ritualizada, pero que en ningún momento se interrumpe. Él cuida del padre. Es la única relación verdadera, la única continuada, la única que llega, en determinado momento, a conmoverlo, al punto de que cuando va averiguar lo que pasó en el geriátrico de Suiza está a punto de asesinar a la gerente que lo atiende. Es el único momento en donde uno asiste a una verdadera conmoción, porque en el resto de su vida nada lo conmueve. Puede lamentar un poco la pérdida de esa mujer tan bella, Olga; su fama lo deja un poco perplejo; el dinero no le cambia la vida; tiene un coche un poco más lujoso, pero en el fondo nada lo toca verdaderamente.

En este sentido, para Jed lo interesante es el mapa. Porque a pesar del padre, es un sujeto huérfano. De ahí viene la necesidad del mapa. El mapa es la búsqueda de las carreteras que lo orienten un poco. Cuando Lacan eligió la metáfora de la "carretera principal" para hablar del Nombre del Padre no lo hizo por casualidad. Podría haber usado otra metáfora, pero se decidió por esa. Y Jed no se orienta en la vida sino a través de eso que ha conseguido inventar, a falta de una "carretera principal". Héctor Urdaneta, en su introducción a la tertulia, lo ha planteado muy bien: mediante el arte nuestro protagonista ha conseguido encontrar un lugar digno en el mundo.

Eso es Houellebecq, esa es su vida. Ni siquiera se encarga de disimular demasiado las huellas de su propia vida. Es muy interesante, porque la relación con la madre ha sido para él una cuestión atroz, y él mismo es un padre fracasado. Me parece que nos trasmite la posición ética del personaje que consigue hacerse un lugar digno en el mundo, un lugar donde, además, su propio éxito no lo corrompe. A pesar de que cambian sus circunstancias, sigue siendo “fiel a si mismo y a su calentador”. Y esa es, a mi modo de ver, la posición del propio autor, que ha ganado dinero a espuertas, y que, al mismo tiempo, sigue muy pegado a su síntoma.

En síntesis, Houellebecq sería un voyeur de la realidad. No creo que sea un autor que promocione la catástrofe. La ve, no la inventa. Ve la catástrofe, no la condena ni la promueve, ni se horroriza ante ella. Pero insisto en que a su mirada no le falta compasión.

Se le critica el hecho de que no ofrezca una alternativa. No sé si un escritor está obligado a ofrecer una visión positiva, o una idea salvadora. También se necesitan escritores que nos pongan frente al abismo y que nos hagan mirar eso. Después, que cada uno decida si quiere suicidarse, o tratar de producir alguna clase de salvación.
Gustavo Dessal 

1 comentario:

gabriel roel dijo...

"mi no-compromiso: una modesta ideológica que raya en el ateísmo." Michel Houellebecq; 2008.

Concuerdo con su texto Estimado Gustavo Dessal, Michel Houellebecq como Juan José Saer en el castellano argentino, son poetas cuya estrategia narrativa decanta además en una ética de la enunciación, en una ética del bien decir literario. Inigualables.

gabriel roel

http://cuadernosinitlabor.blogspot.com