Pareciera que entre todos vamos abriendo un surco. Creo que hay bastante sintonía en lo que decimos. Quiero subrayar que, por mi parte, no he podido traer esta tarde una reflexión muy acabada. Voy avanzar un poco más en la dirección que está surgiendo. Quizá, más que plantear si el amor es un sentimiento más intenso que el odio o viceversa, dado que eso es relativo a cada situación, mi primera conclusión general es que el odio tiene más memoria que el amor.
Comienzo por lo primero que ha señalado María José, la imagen que nos sugería de los cowboys. Efectivamente, toda la estructura del cuento está organizada en torno a un duelo, en el sentido de finta. Es un duelo de miradas en donde, prácticamente, casi no hay palabras. Y donde la palabra necesidad, como destacaba Rosa, tiene una presencia muy notable. En un mismo párrafo aparece insistentemente: nada menos que cuatro veces.
“No sé cómo supo mi necesidad de casarme con su hermana y cómo yo había abrazado esa necesidad. Mi amor por aquella necesidad había suprimido el pasado... La adorada necesidad de casarme con Inés”
Efectivamente, la figura femenina funciona como una mediación borrosa para algo que sucede entre dos hombres. Además, es una figura de la que no sabemos nada, algo que no tiene vida, pues no hay un solo signo que nos haga considerar que su vida es real. Es algo a través de lo cual estos dos hombres justifican su relación, donde el odio no es más que una defensa.
Personalmente, apuesto a que la cuestión central –no digo que fuese el propósito de Onetti—es el amor homosexual. No puedo entender este cuento si no incluyo esta cuestión, que a la vez no es reconocida por ninguno de los dos hombres. En uno se manifiesta bajo la forma de la fascinación, en el otro bajo la forma de la indiferencia, pero hay un movimiento de seducción recíproca permanente. En esta relación, el tema de la juventud tiene su sentido, y sabemos que en la homosexualidad, especialmente en la masculina, juega un papel fundamental, aunque no es el caso de comentarlo aquí. Insisto, más allá de la intención de Onetti, en mi lectura está presente el amor homosexual en tanto reprimido. Su signo de retorno es el odio, un odio que los defiende a ambos de ese amor homosexual que, por distintos motivos, ninguno de ellos puede asumir
Esta sería, para mí, la clave fundamental que los sigue reuniendo en esa cita permanente que no cesa nunca. No sabemos qué ha sido de la vida del narrador. Pero sí sabemos que la figura de la mujer es casi inexistente: Inés es un fantasma, y la mujer de Roberto es una simple figura de conveniencia.
Gustavo Dessal
Comienzo por lo primero que ha señalado María José, la imagen que nos sugería de los cowboys. Efectivamente, toda la estructura del cuento está organizada en torno a un duelo, en el sentido de finta. Es un duelo de miradas en donde, prácticamente, casi no hay palabras. Y donde la palabra necesidad, como destacaba Rosa, tiene una presencia muy notable. En un mismo párrafo aparece insistentemente: nada menos que cuatro veces.
“No sé cómo supo mi necesidad de casarme con su hermana y cómo yo había abrazado esa necesidad. Mi amor por aquella necesidad había suprimido el pasado... La adorada necesidad de casarme con Inés”
Efectivamente, la figura femenina funciona como una mediación borrosa para algo que sucede entre dos hombres. Además, es una figura de la que no sabemos nada, algo que no tiene vida, pues no hay un solo signo que nos haga considerar que su vida es real. Es algo a través de lo cual estos dos hombres justifican su relación, donde el odio no es más que una defensa.
Personalmente, apuesto a que la cuestión central –no digo que fuese el propósito de Onetti—es el amor homosexual. No puedo entender este cuento si no incluyo esta cuestión, que a la vez no es reconocida por ninguno de los dos hombres. En uno se manifiesta bajo la forma de la fascinación, en el otro bajo la forma de la indiferencia, pero hay un movimiento de seducción recíproca permanente. En esta relación, el tema de la juventud tiene su sentido, y sabemos que en la homosexualidad, especialmente en la masculina, juega un papel fundamental, aunque no es el caso de comentarlo aquí. Insisto, más allá de la intención de Onetti, en mi lectura está presente el amor homosexual en tanto reprimido. Su signo de retorno es el odio, un odio que los defiende a ambos de ese amor homosexual que, por distintos motivos, ninguno de ellos puede asumir
Esta sería, para mí, la clave fundamental que los sigue reuniendo en esa cita permanente que no cesa nunca. No sabemos qué ha sido de la vida del narrador. Pero sí sabemos que la figura de la mujer es casi inexistente: Inés es un fantasma, y la mujer de Roberto es una simple figura de conveniencia.
Gustavo Dessal
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