jueves, 18 de febrero de 2010

Comentario de Rosa López sobre el libro Tierras de Poniente, de J.M. Coetzee

Quería comentar el acto concreto de clavar el cuchillo a su propio hijo. Todo el libro tiene varias lecturas, pero hay una que tiene que ver con la paternidad. ¿Cómo entender el acto homicida con respecto a su propio hijo?

En ese sentido, el personaje dice que el estrés no explica nada, y se pregunta por qué el acto fue contra su propio hijo, carne de su carne, y por qué no fue suicida. Lo que ocurre es que es lo mismo. Esa carne de su carne también es el cuerpo que a él se le degrada, se le deteriora. Ese mismo acto era reversible, tanto podía ser homicida como suicida, porque en esa desesperación del psicótico hay un punto en el que tiene que erradicar, el objeto malo, interno, lo tiene que matar, lo tiene que aniquilar, ya sea fuera, ya sea dentro, porque no hay una topología exterior entre el hijo y su propia carne. Es lo mismo. Clavando ese cuchillo en la carne del hijo se lo está clavando a él mismo, no hay una diferencia.

Y de hecho, hay toda una cuestión sobre la paternidad. Está él como hijo frente a Coetzee, y éste como su padre. Y no sé si se dan cuenta de que la primera vez que menciona al hijo, dice que los únicos momentos que tiene de relax son por las mañanas, cuando su mente está un poco más calmada, momentos que son perturbados por Marilyn y por su hijo. Cuando leí esa frase pensé de quién sería el hijo. Más bien pensé que era de Marilyn, que lo había tenido con otra persona.

Lo que demuestra el psicoanálisis es que hay una diferencia entre ser padre desde el punto de vista biológico que desde el punto de vista humano. Cualquiera puede reproducirse biológicamente. Pero para asumir un hijo, amarle e integrarle en el deseo de uno, cuidarlo y reconocerlo como el objeto más preciado, hay que tener un aparato mental que los psicóticos no tienen. Y se ve muy claramente en este relato, como el hijo es un objeto en el cual el protagonista no ve una relación de continuidad.

Esto es un caso clínico que encierra una buena parte de la teoría analítica. Podríamos estar horas hablando página por página, frase por frase. Los psicoanalistas lacanianos decimos que el ser humano necesita simbolizar los hechos de la vida como el nacimiento, la muerte, la procreación, el sexo, etc., todo eso hay que simbolizarlo. Todo eso acontece, pero si uno no lo registra y no sabe como integrarlo, sólo nos podemos encontrar con aberraciones. Este hombre tiene una confusión enorme en todo, por ejemplo en la sexualidad. El pene y el falo, no es lo mismo tener un cartílago que cuelga al final del espinazo, que tener un órgano fálico que permite un goce fálico. Él lo dice muy bien cuando sostiene que en la literatura dicen que se goza de esto, esa felicidad –sexual podríamos decir— los ha eludido. Lo dice claramente. Tiene eso que cuelga, dice que clava la reja de mi arado. El sexo se degrada completamente y la procreación es un acto puramente orgánico y biológico: “Mi semilla se derrama como orina en las fútiles cloacas de los trazos reproductivos de Marilyn”. Es un acto de procreación degradado completamente a lo más orgánico y biológico.

Y luego aparece ese episodio de fuga. De pronto se va con el hijo. Pero el hijo no es más que un correlato de sí mismo. Y hay un momento en el que sale a caminar con él, donde dice que el hijo está orgulloso de su padre, quiere ser como él. Es toda una respuesta. Él intentando estar del lado del padre como ideal para ese hijo que es criado por una madre histérica, pero a la vez el hijo es ese objeto que le corroe, tengo un hijo dentro que me corroe, que fue el primero, y luego tengo un hijo mogol y no se quiere marchar. Está preñado de un hijo que hay que matar. Hay que matar fuera o dentro, da lo mismo, no hay una topología. Es el sentido que tiene el acto desde el punto clínico, no es un acto homicida.

Rosa López

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