I0n Vianu es médico psiquiatra rumano que vive entre Ginebra y Bucarest, escritor y ensayista. Ganador de importantes premios literarios rumanos. Una de sus novelas, Vasilíu, hojas sueltas, está publicada en español (Ed. Aletheia, Valencia 2010, traducción del rumano de Ioana Zlotescu Simatu.
¡Qué magnífico y enigmático cuento! Intento levantar algo del velo de misterio que envuelve la narración. Nena Daconte tiene una componente viril, toca el saxo cu con la piernas abiertas (como un chico) y, virgen, esconde su gran timidez haciendo frente a la exhibición fálica de Billy Sánchez! Pero más allá de todo esto, quizá en relación con esto - hay un lado mitológico en este cuento que me ha llamado la atención. Y pienso en La bella durmiente que pertenece al folclore europeo, publicada por Perrault en el siglo XVII y por los hermanos Grimm a comienzos del XIX.
En ambas variantes, el mismo día de su nacimiento, el hada malvada lanza a la princesita el hechizo de morir por un pinchazo en la aguja de un telar, pero el hada buena, atenúa el maleficio convirtiendo su muerte en un sueño largo de cien años, del cual será despertada por el príncipe, su futuro marido. Para despertarla, tendrá que traspasar una hilera de espinas que, a lo largo del siglo transcurrido, habían crecido tanto, hasta llegar a rodear el palacio con un cercado inextricable. Pero, al acercarse el héroe, las espinas, convertidas en rosas se apartan milagrosamente para dejarle entrar al joven y despertar a la que estaba durmiendo su sueño centenario.
Los folcloristas han observado el parecido de este cuento con el tema de Brunhilde del ciclo de los Nibelungos. El sueño letárgico de esta última solo lo podrá interrumpir él que la amase de verdad (Siegfried). Además, el cercado que la protege, no es de espinas sino de fuego.
La analogía Brunhilde – Bella durmiente se refiere al tema nupcial. En lo que concierne al paralelo con el cuento de García Márquez, se vislumbran otros detalles que llaman la atención así, en la variante de Grimm, el nombre de la princesa, Dornröschen, significa “espina de rosita” y en ambas variantes, incluida la de Perrault - las rosas no intervienen más que en el final, como una muralla que se aparta abriendo el camino al príncipe, convirtiéndose en rosas (¿ símbolo delicado de la desfloración?).
En El rastro… el pinchazo lo produce ¡una espina de rosa! Una rosa de verdad, de un ramo ofrecido por el embajador de Colombia en Madrid, amigo de las familias de los novios, jugando así, de alguna manera, el papel del hada malvada.
… Los cuentos folclóricos esconden la verdad, la reprimen presentándolo bajo una forma soportable: la princesa no muere, tal como decretaba la maldición, sino que se duerme; no se pincha en una espina de de rosa, alusión demasiado transparente de la des-floración, sino en una aguja de telar.
El sueño de cien años crea un abismo temporal entre la maldición del hada y el despertar nupcial – una vez más, se trata de otra forma más de reprimir la sexualidad que de otra manera, hubiera sido transparente.
…Mi teoría es que G.G.M rehace el sentido primitivo del cuento que es, morir de amor. Se trata de la intensidad del amor, de la relación secreta entre el amor, un amor verdadero, intenso, agotador y la muerte… Al final, tras la muerte de Nena, al abandonar Billy el hospital la nieve recobra su pureza primordial, pero él ya no se da cuenta: “Cando salió del hospital, estaba cayendo del cielo una nieve sin rastros de sangre, cuyos copos tiernos y nítidos parecían plumitas de paloma, y que en las calles de París había un aire de fiesta, porque era la primera nevada grande en diez años”.
En ambas variantes, el mismo día de su nacimiento, el hada malvada lanza a la princesita el hechizo de morir por un pinchazo en la aguja de un telar, pero el hada buena, atenúa el maleficio convirtiendo su muerte en un sueño largo de cien años, del cual será despertada por el príncipe, su futuro marido. Para despertarla, tendrá que traspasar una hilera de espinas que, a lo largo del siglo transcurrido, habían crecido tanto, hasta llegar a rodear el palacio con un cercado inextricable. Pero, al acercarse el héroe, las espinas, convertidas en rosas se apartan milagrosamente para dejarle entrar al joven y despertar a la que estaba durmiendo su sueño centenario.
Los folcloristas han observado el parecido de este cuento con el tema de Brunhilde del ciclo de los Nibelungos. El sueño letárgico de esta última solo lo podrá interrumpir él que la amase de verdad (Siegfried). Además, el cercado que la protege, no es de espinas sino de fuego.
La analogía Brunhilde – Bella durmiente se refiere al tema nupcial. En lo que concierne al paralelo con el cuento de García Márquez, se vislumbran otros detalles que llaman la atención así, en la variante de Grimm, el nombre de la princesa, Dornröschen, significa “espina de rosita” y en ambas variantes, incluida la de Perrault - las rosas no intervienen más que en el final, como una muralla que se aparta abriendo el camino al príncipe, convirtiéndose en rosas (¿ símbolo delicado de la desfloración?).
En El rastro… el pinchazo lo produce ¡una espina de rosa! Una rosa de verdad, de un ramo ofrecido por el embajador de Colombia en Madrid, amigo de las familias de los novios, jugando así, de alguna manera, el papel del hada malvada.
… Los cuentos folclóricos esconden la verdad, la reprimen presentándolo bajo una forma soportable: la princesa no muere, tal como decretaba la maldición, sino que se duerme; no se pincha en una espina de de rosa, alusión demasiado transparente de la des-floración, sino en una aguja de telar.
El sueño de cien años crea un abismo temporal entre la maldición del hada y el despertar nupcial – una vez más, se trata de otra forma más de reprimir la sexualidad que de otra manera, hubiera sido transparente.
…Mi teoría es que G.G.M rehace el sentido primitivo del cuento que es, morir de amor. Se trata de la intensidad del amor, de la relación secreta entre el amor, un amor verdadero, intenso, agotador y la muerte… Al final, tras la muerte de Nena, al abandonar Billy el hospital la nieve recobra su pureza primordial, pero él ya no se da cuenta: “Cando salió del hospital, estaba cayendo del cielo una nieve sin rastros de sangre, cuyos copos tiernos y nítidos parecían plumitas de paloma, y que en las calles de París había un aire de fiesta, porque era la primera nevada grande en diez años”.
Ion Vianu
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