Me parece que este texto magnífico no es representativo de García Márquez, en cuanto que representante del realismo mágico. Para leer a Márquez es verdad que no es necesario leer sus obras enteras, muchas veces basta con la primera página, sobre todo en las novelas. Le da mucha importancia a esa primera página en la que, dice, estaría toda la novela. Algunas son gloriosas, como la primera de La historia de mis putas tristes. Valdría con esa página, le recomiendo a Ignacio Castro que no se la pierda…
El realismo mágico, tal como se estructura, me recuerda el inconsciente, donde no se conoce el tiempo ni el lugar, donde los muertos vuelven, hablan, conviven, aparecen y desparecen. No es el caso de este texto. Para mí no es tan representativo de la escritura de Márquez.
Sin embargo, hay algo especial en este relato, es fundamental la cuestión de que somos mortales. Es lo que pesa en él desde el principio. La vida nos hace pensar, en ocasiones, que no lo somos. Estos chicos están tan bañados de vida, que tienen un secreto, van a ser padres, y ahí la muerte no cabe cuando uno tiene diecinueve años. La vida tiene todo el poder, la riqueza, y todos los brillos que le queramos poner. La muerte no cabe, por lo que a una pequeña herida no hay que darle importancia. Será molesta, pero nada que ver con una cuestión fatal como la muerte.
Es un texto que para mí ha sido inquietante desde hace mucho tiempo, pero no es de los que quiera releer porque, como digo, la cuestión de la muerte está presente desde el primer momento, y según avanzas en la lectura, cada momento me apetecía menos leerlo. Hacia delante y hacia atrás, cuando se lee, se sabe que están pasando por alto algo fundamental. Y esto ocurre cada día.
El realismo mágico, tal como se estructura, me recuerda el inconsciente, donde no se conoce el tiempo ni el lugar, donde los muertos vuelven, hablan, conviven, aparecen y desparecen. No es el caso de este texto. Para mí no es tan representativo de la escritura de Márquez.
Sin embargo, hay algo especial en este relato, es fundamental la cuestión de que somos mortales. Es lo que pesa en él desde el principio. La vida nos hace pensar, en ocasiones, que no lo somos. Estos chicos están tan bañados de vida, que tienen un secreto, van a ser padres, y ahí la muerte no cabe cuando uno tiene diecinueve años. La vida tiene todo el poder, la riqueza, y todos los brillos que le queramos poner. La muerte no cabe, por lo que a una pequeña herida no hay que darle importancia. Será molesta, pero nada que ver con una cuestión fatal como la muerte.
Es un texto que para mí ha sido inquietante desde hace mucho tiempo, pero no es de los que quiera releer porque, como digo, la cuestión de la muerte está presente desde el primer momento, y según avanzas en la lectura, cada momento me apetecía menos leerlo. Hacia delante y hacia atrás, cuando se lee, se sabe que están pasando por alto algo fundamental. Y esto ocurre cada día.
Ángela González
No hay comentarios:
Publicar un comentario