jueves, 15 de mayo de 2014

En memoria de Paulina, de Bioy Casares. Comentario de Luis Seguí

Me parece un relato muy bien elegido para la tertulia, porque alguno de los aspectos que plantea, constituyen una especie de síntesis de algunos conceptos de psicoanálisis. Bioy Casares, sin pronunciar nada referente al psicoanálisis, sin aludir a Freud ni a Lacan, nos sitúa ante personajes que traducen, en su comportamiento, en la expresión del narrador, y en la historia que viven, cuestiones que el psicoanálisis plantea de una manera más abstrusa y mucho menos literaria.

Por ejemplo, el personaje del narrador me parece la viva representación del sujeto que retrocede ante el deseo tal como lo plantea Lacan. El narrador se queda en la posición del amor cortés con esa Paulina idealizada que al principio del relato transmite la impresión de que son uno. Es la ilusión en el principio de todo enamoramiento, ser uno. Después se va desvelando la realidad, y no sólo no son uno, sino que la asimetría, lo que Esperanza nombró como imposibilidad de la relación sexual, la asimetría, digo, se impone como confrontación de dos subjetividades. Es decir, nunca puede haber unidad en la medida en que la subjetividad es absolutamente intransferible. Y llega un momento en que esta circunstancia se pone de manifiesto. Y eso ocurre en cualquier relación sexual.

El personaje de Julio Montero es, en efecto, la contrafigura del narrador. Éste retrocede ante el deseo, se va a Londres dos años y pierde cualquier posibilidad de amor con Paulina. Pero ya de entrada, esa posibilidad está obturada, porque se sitúa en la posición del amor cortés, retrocede ante el deseo y pierde al objeto de su amor. Por el otro lado, tenemos a Julio Montero, el sujeto que representa la posición viril, lo que en términos vulgares y políticamente incorrectos se diría el macho. Es, como digo, la contrafigura del narrador cobarde. Paulina se coloca en posición de ser seducida por ese macho, por ese sujeto viril, asumiendo una posición de riesgo, porque ella le habla al narrador de los celos, sabe que está con un sujeto celoso, que puede hacer un pasaje al acto, como efectivamente hace, asesinándola. Sin embargo, ella se pone voluntariamente en esa posición.

Todos los días vemos, en las crónicas de sucesos, episodios donde, a pesar de que hay antecedentes de una relación de violencia, de maltrato, aunque sea psicológico, la mujer sigue en ese lugar porque hay un goce que, finalmente, acaba siendo mortal. Yo creo que este cuento lo expresa magistralmente. 

Luis Seguí

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