La importancia y vigencia permanente de Hamlet nos
asombran de manera peculiar, aparte de la calidad extraordinaria de Shakespeare
y de sus escrituras. Nos preguntamos qué pasa con Hamlet, por qué transcurren los
siglos y se sigue escribiendo y hablando infinitamente sobre Hamlet. Aquí, los
especialistas hablarán de lo que dijeron los grandes del psicoanálisis, Freud y
Lacan. Yo me hago eco de una cuestión que, de alguna forma, recoge Lacan de
unos escritos de Ernest Jones. Dice allí que lo único que podemos decir a
ciencia cierta es que Hamlet produce en el actor, en los actores que lo
representan, en el público, en la gente que lo lee, y como digo, en la
experiencia misma de representación, un indefinible sentimiento, no sé si de
malestar, pero es algo muy particular que hace que no se parezca a ninguna otra
obra.
Nos interrogamos permanentemente acerca de lo que pasa
con este héroe, del cual se saben los lugares comunes. Es un hombre que duda, un
hombre que vacila, lo cual se ha dicho infinitas veces. Pero hay numerosas
historias de gente que tiene dudas, como diríais los analistas, obsesivos que se
sitúan en la procrastinación. ¿Pero qué hay de inefable en Hamlet?, ¿qué hay de
extraordinario en Hamlet?
Desde el punto de vista de la estructura teatral, vamos
a comenzar preguntándonos qué es Hamlet en su primera lectura, dónde calificaríamos
a Hamlet. Podemos pensar que Hamlet es una tragedia de venganza, punto, ya que
el móvil principal de la obra es la venganza. Ahora bien, el tema de la
venganza en el teatro es muy antiguo, pues nace con el teatro mismo. La
venganza por excelencia del teatro clásico es la que toma Orestes contra su
madre Clitemnestra y contra el amante de ésta, Egisto, alentado por su hermana
Electra. Por tanto, el tema de la venganza es muy antiguo. Está en la gran
literatura y en los albores del teatro para, luego, reaparecer en Roma. Es
decir, no podemos volver a hablar de venganza a lo largo de 1500 años por el
sencillo motivo de que el teatro desaparece del mapa. El último gran teatro que
se hace, antes que aparezca el teatro isabelino en Inglaterra y el siglo de oro
en España, es la tragedia romana de Séneca, echa sobre el molde de los grandes,
Esquilo, Sófocles, Eurípides, etc.
Por lo tanto, el tema de que alguien quiera ejecutar
una venganza, y que ésta se dirija contra una persona de su propia sangre, no
es una novedad, por cuánto Orestes mató a la madre. Algo peor que eso no puede
haber. Y por supuesto, si nos remontamos a la historia de los Átridas y de los Tantálidas,
ellos cometieron atrocidades y se mataron unos a otros. Esta maldición es
interrumpida, en la tragedia clásica, por Ifigenia en Táurida cuando decide no
obedecer al oráculo y salvar a su hermano. Es una cosa que señala Goethe como
el paso a la modernidad, pues Ifigenia rompe con el sino, con el poderío del
sino inevitable en la tragedia, el héroe trágico llevado por el sino.
Ahora, el propio Shakespeare tiene unas cuantas
tragedias de venganza. Una en particular me resulta fascinante, Tito Andrónico.
Es una brutalidad. Tito Andrónico contiene una bestialidad incalificable. Ahí
se matan unos a otros, se descuartizan y se sirven en bandeja. Se descuartizan los
hijos del enemigo y se los sirven a la madre en una empanada, en un pastel, tal
como sucediera en el famoso festín de los antecesores de los Átridas. Tito
Andrónico es una brutalidad.
Entonces, ¿es el tema de la venganza lo que
caracteriza a Hamlet? No.
Vamos a volver a un lugar común: Hamlet duda, Hamlet vacila.
La pregunta que nos hacemos a lo largo de los siglos es ¿por qué duda Hamlet? Convenimos
en que vengarse y matar a alguien no es algo que se haga todos los días, pero
estamos dentro de las convenciones de un teatro que no ahorraba la sangre. El
teatro de Shakespeare es muy sangriento, como lo es el teatro isabelino y la
famosa tragedia española, contemporánea de Hamlet. Tragedia de venganza y teatro
muy sangriento. Pero este hombre aparece y comienza a decir cosas que, lo menos
que podemos comentar de ellas es que son enigmáticas, que no son normales. Lo
primero que dice cuando aparece: than kin, and less
than kind, “cercano
o de la familia”, son palabras que, para un protagonista, son muy raras,
extrañas.
Como recordaréis, hay una primera y famosísima escena en
la que aparece el fantasma sin hablar y los soldados comentan. Luego aparecen
el padrastro de Hamlet –su tío Claudio—, su madre Gertrudis y Hamlet vestido de
negro luto. Han pasado dos meses desde la muerte del padre. El padrastro hace
un discurso conciliatorio diciendo, lloramos con un ojo, reímos con el otro,
estamos en las bodas, estamos en el duelo, tratando de enmendar lo que va a ser
germen principal de la incomodidad que se extiende por toda la obra, y de la
que no se apercibe la gente más que poco a poco. La madre le plantea que
siempre “parece” seguir de luto.
Hamlet se enfurece y dice “yo no parezco”, “yo estoy de luto”. No lleva vestiduras
de terciopelo negro ni llora por apariencia. “Estoy de luto por dentro”, “no
estoy de luto por fuera”. Estas palabras no se habían dicho nunca en el teatro,
que yo sepa, no soy historiógrafo. Empieza, entonces, un discurso de
interioridad que en el teatro es completamente inusitado.
Hamlet es un personaje curioso y peculiar. Dice todo
el tiempo cosas de una inteligencia y un vuelo extraordinario y, a la vez, disparates
solemnes. Se hace pasar por loco, y por momentos pareciera estarlo. Actúa de
forma tan peculiar que deja desconcertados a todos los personajes de la obra,
que no saben qué le pasa. Sólo hay un personaje que lo sabe, y ese personaje
tiene la peculiaridad extrañísima de estar muerto. Es el padre, que después
habla con él para decirle que su tío lo envenenó mientras dormía poniéndole un
veneno en la oreja, y le pedirá venganza. Hamlet se lo cuenta a Horacio y, poco
a poco, se va desarrollando lo que todo el mundo percibe como malestar, ese
algo podrido que hay en Dinamarca.
Evidentemente, hay una interpretación política de
Hamlet. Pero no vamos a entrar en ello. El poder está corrompido, usurpado, u la
obra termina con la entrada de Fortinbras, extranjero que se apodera del trono
de Dinamarca. También se podría leer como la caída de un país. Pero es una
lectura política de Hamlet que no nos lleva muy lejos. En Rusia, Kózintsev hizo un Hamlet fantástico
en el año 1965. Fue interpretado, sotto
voce, y posteriormente, como el malestar de los intelectuales en el
estalinismo y en el post-estalinismo. Es decir, se le pueden dar todas las
lecturas que se quiera.
Fundamentalmente, nos interesa Hamlet en la medida en
que está en el centro de la obra y todos hablan y se ocupan de él. A tal punto
que, en pleno Romanticismo inglés, Sir Walter Scott escribió una obra peculiar,
un Hamlet sin Hamlet. Éste no aparece mientras todos los personajes de la obra
hablan de él. Y hay que decir que no solamente Hamlet tiene esa potencia, los
otros personajes son fantásticos.
Polonio, personaje al que Hamlet mata accidentalmente
pensando que es el rey, es una especie de consejero, medio burlón. Personaje
fantástico que habla como Cantinflas. Se enreda hasta el punto que la reina le
dice, cursilerías, ve al grano. Es como cuando habla Cantinflas y termina los
juicios mareando al juez. Parecido a cuando El burgués gentilhombre Monsieur Jourdain
dice: Señora, yo tengo el honor de tener el gran honor de dirigirme a su
honorabilidad, y el otro dice: basta. Polonio es un personaje extraordinario,
se ocupa todo el tiempo de Hamlet y sostiene que está loco porque está
enamorado de su hija, la cual lo abandonó por consejo suyo.
Ofelia es un personaje de un patetismo extraordinario.
Da para horas enteras de comentario. Un amigo mío, muerto hace unos años, el Barón von Banfield, la última composición que hizo fue un lamento de
Ofelia. Me contó que, justamente, lo hizo al lado del lecho de su madre muerta.
Despedida de Ofelia que tanto hemos conocido en la pintura pre-rafaelista, la
famosa imagen de Ofelia flotando. Es un personaje extraordinario, una mujer
objeto del desprecio y de los insultos de Hamlet. Presumimos que hubo un amor
de Hamlet hacia Ofelia, pero no lo sabemos. Sabemos que hay unas cartas, pero
las cosas que Hamlet le dice a Ofelia son tremendas.
Laertes, hermano de Ofelia, tiene que vengarse de
Hamlet y cumple la venganza. No tiene ningún problema, piensa que en Hamlet
desequilibró a Ofelia y mató a su padre. Se confabula con el rey y se bate en
duelo envenenando la espada para matar a Hamlet. No tiene escrúpulos de ningún
tipo.
Horacio, personaje
extraordinario que nos lleva al tema de la amistad. Hombre de raigambre griega
que recuerda mucho la amistad entre Orestes y Pílades en La Orestíada. Es el confidente, el que muchas veces infunde valor a
Orestes y, según qué versión de la Orestíada, quien lleva la mano para que
Orestes golpee a Clitemnestra cuándo ella plantea cómo va a dar muerte al pecho
que le dio de mamar.
Guildestern y Rosencrantz tienen tanto peso, que hasta
existe una obra de teatro famosísima que lleva por títulos sus nombres, es obra
de Tom Stoppard. Son dos amigos de Hamlet que, sobornados por el
Padre, traicionan a Hamlet. Pero en esta obra de Shakespeare, tiene jerarquía
hasta el sepulturero, un personaje genial que dice cosas fantásticas, expresa
su filosofía de la vida evocando a la gente que está allí enterrada.
Evidentemente, Claudio es un personaje execrable por
excelencia, el hombre sin atenuantes que mató a su hermano y acabó en el lecho de
Claudia, la mujer de su hermano, casándose con ella poco dos meses después de
la muerte del padre de Hamlet, una cosa que no estaba bien vista.
Quería contarles que, llevado por esta invención de Walter
Scott, hice un taller de teatro hace muchos años en el que decidir hacer, no un
Hamlet sin Hamlet, sino dar a los actores que participaban del taller,
personajes sin decirles quiénes eran. Yo les dije, tu eres una madre que ha
quedado viuda, tú eres éste, tú el otro, etc. Poco a poco coma se fue
desarrollando este drama. Todos hablan de este personaje al que le sucede algo,
que nos tiene a todos como locos. En ese momento yo le digo a uno de los
actores que ahora va a aparecer como el hijo que está ausente, el hijo al que
esperan. Pero entonces sucede una cosa
muy curiosa. Este chico tiene una crisis y se desmalla. Entonces me cuenta lo
siguiente, es una tortilla un cantante estupendo que hace muchos musicales
entonces me cuenta lo siguiente. Él es un cantante y un actor estupendo que
hizo muchos musicales. Le pregunto que le ha pasado y me cuenta lo siguiente
sin saber que se trata de Hamlet. Que lo que está actuando le toca de forma
terrible, porque haciendo el servicio militar se enteró de que su padre había
muerto, y en ese momento sufrió un ataque descubriéndose que era epiléptico. La
madre, una mujer jovencísima y guapísima, se casó al poco tiempo con otro
hombre. Este es el poder que tiene Hamlet, el poder que tiene el teatro. Se
produce un proceso de identificación que, podríamos decir, catártico.
Hamlet trata de muchas cosas, pero es también una obra
acerca del teatro, por cuanto la revelación pública del crimen se hace
encargando a un grupo de actores, por parte de Hamlet, que hagan una pantomima
y que luego representen la escena. Aquí encontramos cosas extraordinarias. Hamlet
da instrucciones de cómo deben actuar. Es una cosa que hasta el día de hoy se
considera clásico, cómo debe interpretar un actor. Esto, evidentemente, admite
una serie de variantes. Hacia el año 1750 pasa lo siguiente. Se termina una
representación de Hamlet, y el jefe de la compañía, que presumo haría el
fantasma del rey, dice lo siguiente: “Si este
joven sujeto está en lo cierto, entonces yo y todos los demás actores estamos
equivocados”. Este hombre, este joven sujeto era Garrick, que se considera el más grande actor del siglo XVIII,
hasta que aparece Kim en el siglo XIX y renueva por completo la forma de
actuar. Respecto a cómo actuaban, todo son conjeturas, nosotros no lo sabemos.
La cosa llega a tal extremo que, un día, Sarah Bernhardt considera que no es suficiente con todos los papeles
que ha hecho, incluso representando con sesenta años Juana de Arco, y decide
que va a hacer Hamlet. A partir de allí se instaló una relativa moda, y las
actrices desean hacer Hamlet. Yo no he visto el Hamlet de mi amiga Blanca
Portillo, y no puedo hacer un juicio. He visto un Hamlet polaco dirigido por Andrew Cecil Bradley, con una actriz estupenda. Hubo teorías demenciales
de que Hamlet, en realidad, sería una mujer que se hace pasar por un hombre, y que todo esto era para conquistar a Horacio. Es
una de las miles de especulaciones que se han hecho sobre esto.
Yo quería leer, brevemente, algo que dice Hamlet.
Hamlet llama a los actores para preparar lo que van a representar. Escribe un
texto para hacer visible lo que pasó entre el tío, el padre y la madre. Escucha
a un actor joven actor que, primero, se refiere a Pirítoo detenido, el actor
que no es capaz de descargar el mandoble sobre el anciano Príamo, y luego habla
de la esposa Hécuba. Y de repente el actor se conmueve y se pone a llorar. Y él
dice:
“¿Quién es
Hécuba para él, o él para Hécuba,
que le hace
llorar? ¿Qué haría si tuviese
el motivo y
la llamada al sentimiento
que yo tengo?
Ahogar el teatro con sus lágrimas,
atronar con
su clamor los oídos del público,
enloquecer al
culpable y aterrar al inocente,
pasmar al
ignorante y suspender
los sentidos
de la vista y el oído. Mas yo,
vil
desganado, me arrastro en la apatía
como un
soñador, impasible ante mi causa
y sin decir
palabra; no, ni por un rey
cuya vida, su
bien más preciado,
fue ruinmente
aniquilada. ¿Soy un cobarde?
¿Quién me
llama infame, me da en la cabeza,
me arranca la
barba y me la sopla a la cara,
me tira de la
nariz, me acusa de embustero
en cuerpo y
alma? ¿Quién?”
Esto me parece muy interesante. Estamos en el punto
que recurre a la exteriorización del duelo. ¿Qué es lo que hay verdaderamente
dentro del duelo? Esto, como ya hemos señalado, es lo primero que dice, “yo no
parezco yo lo siento por dentro”. Luego se asombra y admira mucho a los actores.
Aquí habla Shakespeare, evidentemente, de su gremio. Y plantea cómo un actor
desconocido se conmueve por un personaje de la guerra de Troya de hace 2000
años, mientras él no es capaz de hacer eso y enloquecer, no es capaz de lanzarse
como un actor y decirle a la gente lo que ha pasado, que su tío ha matado a su
padre y se acuesta con su madre en un lecho incestuoso.
Hay que señalar que cuando termina la representación
de los actores, la reina no puede tolerarlo, se va, y el rey se pone como loco.
Hay un gran monólogo en que el rey reza o está abjurando de sus pecados y
barbaridades. Momento en que Hamlet está a punto de matarlo, pero dice no, que no
puedo matarlo porque si está rezando, entonces va a ir al cielo mientras que su
padre, que murió sin absolución, está padeciendo por haber muerto en pecado al no poder arrepentirse. Luego hace
una serie de consideraciones que nos llevan a pensar que Hamlet, extrañamente
para la época, es un ateo radical. Lo asimilo a cuando Borges dice “¿Quién nos dirá las cosas
que sentía Dios, al mirar a su rabino en Praga?”. Es decir, si hay algún hacedor, qué dirá al ver unas criaturas
tan monstruosas. No lo dice así exactamente.
Hay una tercera escena en la que Hamlet tiene una
intervención más brutal que lleva al desenlace. Después de la escena del
cementerio recorriendo las tumbas, ve a Laertes desesperado por la muerte de
Ofelia, de quien no sabemos si se cayó recogiendo unas flores, o bien se
suicidó. Es una cosa que no está clara. Laertes se tira de repente a la fosa y
manifiesta el dolor por la pérdida de su hermana, y Hamlet se pone loco
diciendo quién es éste, qué es ese atrevimiento, cómo puede tener alguien este
duelo por Ofelia, como alguien puede sentir más dolor que él por esa mujer. En
otras palabras: tu pérdida no es igual a la mía.
Por lo tanto, Hamlet es una obra, no sólo sobre el
teatro sino también sobre el duelo. Y es una obra en la que se habla mucho
sobre la muerte a partir de un momento particular. Hasta ese momento no se
nombra, la muerte del rey parece que no debiera nombrarse. Y a partir de un
momento se empieza a desencadenar la muerte, la de Polonio, la de Ofelia, el
encuentro con los sepultureros, y se empieza a hablar y a especular sobre este
tema. Evidentemente, no es una cosa novedosa, pero hay una reflexión singular
sobre ese extraño suicidio, y el famoso interrogante que se hace Hamlet sobre
si él debe ser o no ser, si debe estar o no estar, si debe estar o no estar
vivo.
Es muy curioso. A Hamlet parece que le aterrorizase tanto
la muerte, que hace chistes sobre esto. Yo no intervengo sobre la famosa
calificación de si Hamlet es un histérico o un obsesivo, pero es un tipo que
hace chistes. Y me hace recordar mucho a Woody Allen porque éste, en un
documental en el que varios directores de cine hablan sobre la obra de Bergman,
dice que la vida es una cosa horrenda porque, si lo único que se puede pensar
es que se va a morir, e inevitablemente el único camino al que estamos abocados
es ése, si no hacemos unos chistes, si no nos divertimos, cómo lo soportamos. Podría
decirse que Hamlet también achica el pánico.
Hamlet tiene un mandato que le ha dado su padre, matar
a tío. Por una razón o por otra, no lo puede ejecutar. Digamos que la muerte
llega de la forma más absurda, si tenemos en cuenta la razón de la venganza.
Para llegar a matar a Claudio encontramos el episodio de la espada envenenada,
la copa envenenada la madre, la muerte de Laertes, la muerte del Rey y la
muerte del propio Hamlet. Es una carnicería terrorífica para una cosa que los
griegos lo hubiesen resuelto sencillamente.
Yo me pregunté muchas veces, hablando con los actores,
¿qué le pasa a Hamlet? No quiero entrar en ningún tipo de teoría. Recordé la
anécdota que he contado sobre el actor que se desmayó; pienso también en mí
mismo y mi padre muerto cuando yo estaba en una edad temprana. Era un padre muy
idealizado por mí. Llegó un momento en que decidí que me vestía todo de negro. Y
no era por haber leído Hamlet. Y este amor tan desmedido al padre muerto en
desmedro de las mujeres de la casa, qué es. Preguntándome eso con los actores,
un día llegué a la sorprendente conclusión de que eso estaba taponando otra
cosa. Para vosotros los psicoanalistas es muy evidente, aunque para los
lacanianos es una interpretación tal vez errónea de Freud. Pero bueno, Hamlet, dije
yo, no puede matar al tío porque en realidad el tío hizo lo que él mismo quería
hacer, matar al padre y quedarse con la madre. Lacan dice otra cosa, habla de
la madre genital
Necesito contarles esto porque el teatro, cuando es
gran teatro, nos afecta de una manera extraordinaria, a los actores y al
público. Los griegos decían que la tragedia debe suscitar la compasión y el
horror, se produce una catarsis y el público sale purificado. Hay espectáculos
que han producido revoluciones. Bélgica se independizó porque, cuando se
estrena la obra La Muette de Portici, que trataba de la ejecución de Masaniello por los
españoles en Nápoles, la gente salió indignada del teatro, hicieron un motín y
empezó a hacerse una revuelta que terminó con la caída de los franceses en
Bélgica.
Hace muchos años fuimos en Argentina a ver una
película que se llamaba Z, de Costa
Gavras. Se había corrido el rumor de que iban a prohibir la película. Era la
época de la dictablanda de Onganía. Nos escapamos todos del trabajo y fuimos a
verla a la sesión de la una y media, porque si la prohibían, la iban a prohibir
por la noche. Era en el cine Gran Rex, de cinco mil localidades, y estaba a
reventar. Cuando la película terminó, que trataba de un asesinato en el que
colaboraba la policía, que trataba de taparlo, la gente identificó esto con el
gobierno de Onganía y se pusieron a los gritos. Un compañero nuestro, muerto
por la dictadura, se encuentra con un funcionario menor, le dice: “Qué tal
licenciado, venís a ver parte de su obra”. Hubo peleas, gente que lloraba, etc.
Quiero decir que el teatro tiene este poder extraordinario, y el poder de
conmovernos. Y cuando nosotros tenemos la fortuna de hacer una gran obra, un
Chéjov por ejemplo, hay algo muy importante que pasa dentro de nosotros.
A propósito del padre, del padre muerto, del fantasma,
yo creí ver el fantasma de mi padre. No sabía nada de Hamlet en aquella edad de
12 años. En la desolación más absoluta en la que yo estaba, en un colegio
inglés donde empecé siendo el primero de la clase y termine siendo el último
porque no tenía cabeza para estudiar, apareció un personaje providencial en mi
vida. No recuerdo el nombre, es una cosa que traté de recordar y no puedo hacerlo.
Era un profesor de literatura que, en el lugar de hablarnos generalidades sobre
lo que fuere, dijo que nos iba a enseñar el monólogo de Hamlet. Y él nos enseñó,
punto por punto, este monólogo. Nosotros podemos llegar a la conclusión de que es un
monólogo sobre el suicidio. Es una cosa que ronda en la cabeza de la gente.
También vamos a decir, tomar la decisión de suicidarse
no es una cosa fácil, no es una cosa que se hace todos los días. Pero los
antiguos tenían por costumbre suicidarse. Séneca se cortó las venas en la
bañera cuando cayó en desgracia. En el Julio
César de Shakespeare, los generales derrotados piden la espada para
arrojarse sobre ella. Era una forma honrosa de morir. Y yo creo que es la
primera vez que alguien se hace estas preguntas en este famosísimo monólogo de
Hamlet.
Por ejemplo, se suicida Enone, el haya de Fedra en la Fedra de Racine: “La impía Enone... en el mar, por huir de sus pecados, se dio muerte con
este trámite”. Y luego se dirige a Teseo y le dice: “He tomado, he hecho correr por mis venas ardientes un veneno que Medea
trajo a Atenas. Ya el veneno llegado a mi corazón expirante, lo invade
inundándolo de un frío desconocido”. Ella no tiene un monólogo donde dice, me
mato, no me mato.
Pero Hamlet está con este tema. Y no hay un problema
de religiosidad, esto va más allá. La modernidad es señalada ya por Goethe, dice
que Hamlet es un héroe que en lugar de pasar a la acción reflexiona. El héroe
quiere una propulsión a actuar permanentemente, va para adelante, y Hamlet no,
nos hace esperar cuatro horas larguísimas que dura la obra para que, al final,
su padrastro muera de forma casi accidental habiéndose cargado a todo el mundo.
Y qué se pregunta entonces en ese famoso monólogo. Aquí
voy a citar a Lacan. Dice lo siguiente, algo que me pareció una genialidad, que
Hamlet no se puede representar en otro idioma que no sea inglés. Representar
Hamlet en francés es una cosa terrible. Por eso los grandes actores siempre son
ingleses. Sea como sea, nunca uno encuentra traducciones satisfactorias de
Hamlet.
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