lunes, 29 de diciembre de 2014

Hamlet, de Shakespeare. Comentario de Luis Seguí

Se ha comentado muchas veces que Shakespeare situó la obra en Dinamarca, porque si la sitúa en Inglaterra le hubiera podido costar la cabeza. Efectivamente, había una situación política en esos tiempos, reflejada bastante bien y con mucha fidelidad en alguna serie de televisión, de cambios de dinastías en Inglaterra y asesinatos en la familia real, donde no se escatimaba ni el veneno ni el puñal ni las decapitaciones. Entonces, la obra Shakespeare refleja esa realidad política de su tiempo, que era, efectivamente, el paso a una nueva época que prefigura la emergencia de la Ilustración. Todavía la modernidad está luchando, no hay que olvidarse de que Europa vivía entre mediados del siglo XVI y el XVII una época de guerras civiles y guerras religiosas que costaban miles de vidas. Y las obras de teatro eran, sin la menor duda, una forma de reflejar, aún indirectamente, la realidad de su tiempo. D ahí que tuvieran tanto éxito, pues el público se identificaba rápidamente con los personajes, pues veían en ellos trasuntos de las figuras de su tiempo, figuras políticas, de la cultura, que Shakespeare podría reflejar muy bien por esa capacidad extraordinaria que tenía y que ha citado Bloom, saber sobre la condición humana, algo que después el psicoanálisis va a teorizar o utilizar como ejemplos.

Rosa López ha utilizado el ejemplo de La interpretación de los sueños, pero en otras obras suyas, Freud repite la admiración que tiene por la finura con que los poetas y los escritores se han anticipado al psicoanálisis. En el caso concreto de El porvenir de una ilusión, Freud habla de tres obras, Edipo Rey de Sófocles, Hamlet de Shakespeare, y Los hermanos Karamazov de Dostoievski. Es decir, el psicoanálisis va a teorizar sobre esas cuestiones que aparecen en la literatura. En esas tres obras parece un parricidio motivado por una rivalidad sexual. Por eso están siempre de actualidad y se repiten las interpretaciones de los textos. Está en la línea de lo que planteaba Gustavo Tambascio nada más comenzar. Ha dicho que el público se siente identificado, los actores se sienten identificados, los que lo ponen en escena se sienten identificados, y ello porque se sienten concernidos por lo que están viendo en el escenario y, además, porque a la gente le ocurren cosas, como esa anécdota que ha contado acerca del actor que se desmaya. Evidentemente, fue atravesado por el texto de Shakespeare.

Luis Seguí

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