Me permito intervenir por una cuestión que me ha
interesado dentro del planteamiento de Gustavo Tambascio. Para los que somos
profanos en materia de mecánica teatral, los recursos que utilizaba Shakespeare
(como por ejemplo el hecho de que el personaje de Hamlet introduzca una obra de
teatro dentro de la misma obra) son tan asombrosos para la época que me hacen
preguntarme hasta qué punto Shakespeare no sólo es hijo de la modernidad, sino
que ha contribuido a producirla, a gestar ese cambio de paradigma histórico. Es
decir, si Shakespeare no es uno de los más importantes precursores del giro de
la modernidad, en el sentido de que es inevitable establecer un enlace entre
Shakespeare y Descartes. Si Hamlet es el hombre que duda, Descartes hace de la
duda el punto de arranque que conduce a una revolución que cambia la historia de
la humanidad. Hamlet fue estrenada aproximadamente en el año 1600, y
el Discurso del método, se publica en 1637. Con esto no quiero
afirmar que Descartes haya conocido la obra de Hamlet, habría que investigarlo
en su correspondencia tal vez. Lo que quiero preguntarme, simplemente, es si el
"discurso interior" de Hamlet, que como lo puso de relieve Gustavo
Tambascio constituye algo completamente inédito en la historia de la
literatura, no señala una ruptura respecto al destino, ese destino que
caracteriza al teatro clásico, establecido desde el principio de las obras y
que debía de cumplirse como algo inmutable. Hamlet representa, precisamente,
este proceso de ruptura contra el orden establecido. Tambascio lo llamaba el
sino. Y a pesar de que la ciencia moderna es en parte deudora de la idea del
determinismo absoluto, también inaugura un conocimiento que sólo es posible a
partir del momento en que se introduce la perspectiva de un más allá de las
verdades eternas. En ese sentido, Hamlet y la inmensa variabilidad de las
posiciones subjetivas a lo largo de toda la obra de Shakespeare, me hacen
recordar lo que planteaba Harold Bloom en su título: Hamlet, la
invención de lo humano, para articularlo con mi pregunta: ¿hasta qué punto
Shakespeare no es uno de los fundadores de la modernidad, y no solamente uno de
sus frutos más grandiosos?
Por otro lado, Gustavo Tambascio ha señalado algo muy
interesante. Hasta cierto punto, Hamlet inaugura, con su acto fallido, el
movimiento de la modernidad al mostrar el carácter del deseo, en el sentido de
que ese deseo nunca atina, nunca da con su objeto. Siempre hay algo desplazado,
fallido. Hamlet representa, en efecto, este carácter completamente nuevo del
cual el psicoanálisis es tributario, la emergencia del hombre neurótico en la
historia de la humanidad. No es que antes no existiese la neurosis, seguramente
debería de existir, pero no es una figura que en la literatura o en el teatro
se mostrara. ¿Y qué es el hombre neurótico si no el hombre que, en el fondo, todos
nosotros somos, es decir, aquellos que tenemos una relación desviada,
pervertida, torcida, problemática, con un deseo que nos arrastra a lo largo de
toda la vida y que nunca se puede realizar si no es de una forma parcial y
fallida?
Gustavo Dessal
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