El relato de
Mishima me ha gustado, pero también me ha decepcionado. La primera impresión es
la de haber leído un cuento muy estructurado, de párrafos muy cortos, cada uno
aludiendo a conceptos muy concretos que, en conjunto, pierden el sentido de
continuidad. Si se van leyendo uno a uno, se acaba en una cierta confusión
sobre el personaje.
Entonces, he
tratado de comprender al personaje, un muchacho de 15 años. Por supuesto que
tiene arrogancia. ¿Qué chico de 15 años no tiene arrogancia? Independientemente
de las culturas, todos los chavales de 15 años, salvo problema, son arrogantes,
se creen que van a conquistar el mundo, tienen todo por delante. Por otro lado,
hay que comprender a este personaje en su aspecto sociológico. Proviene de una
cultura muy marcada por su abuela, que procedía de una familia aristocrática. Era
uno de sus principios y ascendencias. Por otro lado, provenía de una clase de
gobernantes, de funcionarios, una clase media normal. Es más, su abuelo parece
que fue un gobernador corrupto muy denigrado por la sociedad.
Todo esto hace
que se trasplante en el entorno de un Colegio de Pares de la alta burguesía. Y
se encontraba en una situación verdaderamente conflictiva. Pero hay que decir
que esto le ocurre al propio autor, Mishima, y lo vuelca en el personaje del
muchacho. En este sentido, el cuento es autobiográfico. Por lo tanto, sociológicamente
se encuentra en un entorno que no acaba de ser de par con los pares. Encuentra
un referente en ese amigo, hasta que se da cuenta que no es el tutor que
esperaba cuando todavía estaba en un punto de inocencia.
Pero existe otro
trasfondo muy particular, y es que no asume su homosexualidad hasta muy tarde.
Y esto crea un conflicto, aunque él no sea consciente. Y aunque no lo explicita
claramente, se ve el no apreció que tiene hacia el sistema de emparejarse. Buscar
un sustituto, y ese sustituto no lo encuentra en la poesía, sino en las
palabras. La poesía, para él, es el máximo exponente de las palabras, y por eso,
en su arrogancia. Él es un buscador de palabras, busca las palabras en el diccionario,
encuentra su satisfacción y felicidad en las palabras.
Luego encontramos
un trasfondo psicológico muy fuertes, concretado en un vacío existencial. No sé
si fue por eso que Margarite Yourcenar escribió sobre Mishima y su visión del
vacío. Es el vacío existencial que respiraba este muchacho en todas las situaciones
por las que iba pasando su fealdad, su no asunción de la homosexualidad, su
falta de encaje sociológico en el lugar en el que estaba. A partir de ese
vacío, luego se volcó en la literatura, mucho después, bastante después, porque
entre medias intentó complacer a su padre, por ejemplo, con la abogacía. Fue
posteriormente, bastante después, cuando acabó la guerra, que se dio cuenta de
la caída de todos los paradigmas que había recibido de su abuela, de los
samuráis, de estos principios inquebrantables de la cultura japonesa. Además, él
no había ido a la guerra, por su propia voluntad y porque había hecho trampa.
Esto fue muy duro para él durante mucho tiempo. Y tenemos también el culto al
cuerpo.
Fernando
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