Si
bien el cuento podría no ser autobiográfico, sí es autorreferencial. La voz del narrador evita la primera persona,
lo hace en tercera, pero siempre se ubica en el punto de vista del
protagonista; habla desde su subjetividad. Y, como veremos, hay coincidencias
en el contexto de la época en que ambos, autor y personaje, vivieron.
Durante una enfermedad, escribió en una semana una serie de poemas cuando ya se sentía entusiasmado porque le era sencillo escribir varios al día. Ya da cuenta de su narcisismo y de su arrogancia juvenil como de su inexperiencia.
"Una
semana: Antología". Recortó un óvalo en la cubierta de su cuaderno para
destacar la palabra "poemas" en la primera página. Abajo, escribió en
inglés: "12th. 18th: May, 1940".
Titula “Una semana: Antología”
¿Era
necesario destacar la palabra “poemas” en la portada?
“Abajo escribió en inglés…”
En
la adolescencia del escritor, Japón estaba a pocos años de la occidentalización
de su cultura, en esa generación aún estaba presente lo ancestral en su
historia familiar. Esa alusión al idioma inglés en un bajo de página, alude a
la tensión que le producía la coexistencia de ambas culturas.
“Sus poemas
empezaban a llamar la atención de los estudiantes de los últimos años. "La
algarabía es por mis 15 años". Pero el muchacho confiaba en su genio.
Empezó a ser atrevido cuando hablaba con los mayores. Quería dejar de decir
"es posible", tenía que decir siempre "sí".”
Su baja
autoestima, a la cual hace referencia en otro párrafo al indicar que se siente
físicamente feo, es aliviada por la mirada que, de sus poemas, le hacen sus
compañeros mayores. Justifica ese entusiasmo por su corta edad, pero se deja
ver su incipiente atrevimiento: comienza a dejar “de decir es posible, para decir siempre “sí”.
Nos dice que estaba anémico de tanto
masturbarse, y aclara “su fealdad no
había empezado a molestarle”, sin embargo en la siguiente frase destaca que
la poesía estaba en otro sitio diferente a sus sensaciones “físicas de asco”. Era “algo
aparte de todo”. Vive la poesía como
algo externo a él, que no lo compromete, como si estuviese afuera de la vida.
De ahí que produzca metáforas sobre el mundo exterior, en todo objeto que pueda
transformar en lo que para él es “bello”.
Su falta de vivencias lo hacen
contemplativo; la carencia de conocimientos lo lleva a estudiar el
diccionario para rescatar palabras.
Escribía palabras “sin emoción”. No le gustaba escrutar su mundo interior
ni el mundo exterior, se limitaba a escribir sobre aquellos objetos que le
permitieran tener la ilusión de felicidad; así lo sentía, y así lo decía:
Rechazaba fríamente los objetos reales pero
extraños que no podía transformar: "No hay poesía en eso".
Con el acceso al Club Literario acude al
Diccionario de la Literatura Universal, donde se hallan las biografías de los
escritores. Él no las leía, se limitaba a contemplar las fotos de los poetas.
Los que más le llamaban la atención eran los que lucían más jóvenes y “bellos” Se sentía atraído por el
suicidio de los poetas románticos, salvaguardándose en su corta edad. Veía a la
muerte como una ilusión demasiado lejana, de modo que la muerte era otra de sus
contemplaciones. Más adelante, su monitor le dice:
“- Hay dos
tipos: Schilla y Goethe. Sabe quién es Schilla, ¿no es cierto?”
“- ¿Quiere decir
Schiller?”
“- Sí. No trate
nunca de convertirse en un Schilla. Sea un Goethe”.
A primera vista
nos informa que él no había leído a ninguno de ellos, de hecho en el cuento se
deja entrever que poco y nada ha leído. Y hay algo curioso: el juego con la
fonética. El monitor le dice Schilla, refiriéndose a Schiller. En la fonética
inglesa la terminación “er” se suele
pronunciar con un fonema, mezcla de “a” y “e”, pero un extranjero de esa lengua
se inclina más por la “a”; de modo que aquí tenemos otro dato de la tensión
entre las culturas, en este caso a través de la lengua. El joven no ha
asimilado aún el idioma inglés, y pronuncia Schiller tal cual está
escrito. Además, los escritores que
llaman su atención pertenecen a la cultura occidental. Y el monitor le está
diciendo que abandone su postura romántica por algo más comprometido con su
propio ser.
Conoce a R,
presidente del Club Literario, quien no hacía reparos en ser “amigo” de un
joven menor; él lo atribuía a que R lo consideraba genial, y como –creía-, R
era un genio, entre genios no hay edades. Comienzan a tener una relación
epistolar; ha de haber sido ideal para el muchacho ya que, una vez más, no
pondría el cuerpo. R es un poeta anónimo, apenas ha editado un libro y de
manera privada, pero el muchacho lo cree genial, no tanto por su valoración
sino porque antes R le da valor al
muchacho. Si para él soy un genio, para mí él lo es. El autor subraya esa
anonimidad nombrándolo con una inicial, en el cuento no llega a tener nombre.
Es decir: existe en la mirada del muchacho, como los objetos que podía “transformar”. No era consciente de la carencia que le hacía
escribir, lo vinculaba a su “genio”, quizás como un modo de no querer asumir su
falta, de no querer verse a sí mismo.
“… Sus poemas no
nacían de la necesidad. Le venían naturalmente; aunque tratara de negarlos, los
poemas mismos movían su mano y lo obligaban a escribir. La necesidad implicaba
una carencia, algo que no podía concebir en sí mismo. Reducía, en primer lugar,
las fuentes de su poesía a la palabra "genio", y no podía creer que
hubiera en él una carencia de la que no fuera consciente. Y aunque lo fuera,
prefería llamarlo "genio" y no carencia”.
Un juego de béisbol de sus compañeros le
refleja algo de lo que es incapaz: compadecerse, llorar, sentir. Sólo en la
contemplación encontraba el motivo de su poesía. Esta revelación le hace
abandonar el tema “naturaleza” por el
del “amor”. Algo que jamás vivió pero
que ahora trataría de abordar con la única herramienta que aprendió en el
diccionario: las palabras. En ellas encontraba todo lo que necesitaba, las
resignificaba al modo que le era propicio; en ellas encontraba el dolor, la
amistad, el horror… todo estaba allí, pero siempre fuera de él. Las palabras no
eran las que significaban experiencia, sólo signos que le hacían imaginar
distintas emociones. Sin sentirlas. No había conflicto entre el mundo exterior
y su pensamiento; como si la cultura le rozara su genialidad y su candor, sin
alterarlo.
Asimismo, daba a las palabras un sentido universal, tal vez
intentando borrar la frontera de las dos culturas que le producían tensión, sin
ser consciente de ello.
“Le hubiera sido
fácil recurrir a la imaginación. Pero el muchacho dudaba en hacerlo. La
imaginación necesita una clase de identificación en la que el ser se duele con
el dolor de los demás. El muchacho, en su frialdad, no sentía nunca el dolor de
los demás. Sin sentir el menor dolor se susurraba: "Eso es dolor, es algo
que conozco”.
Cuando R lo invita a tener una charla y
le confiesa su enamoramiento con una mujer casada, el muchacho cree tener la oportunidad
de ser testigo de lo que estar enamorado. Lejos de su intuición, le parece algo
ya leído, ya conocido por él. Además lo ve como algo banal, mediocre, alejado
de la poesía. Para R la mujer era muy bella; para la mujer R era hermoso, tanto
que le elogió su frente y sus cejas. Esto es algo que no entendía el muchacho:
¿Cómo podía ver algo hermoso en una frente tan fea? Además con esas cejas
gruesas y juntas. Tan lejos de la experiencia estaba...
“En ese momento
el muchacho tuvo la revelación de algo. Había visto la ridícula impureza que
siempre se entremete en nuestra conciencia del amor o de la vida, esa ridícula
impureza sin la cual no podemos sobrevivir ni en ésta ni en aquel: es decir, la
convicción de que el ser cejijuntos nos hace bellos”.
“El muchacho
pensó que también él, quizás, de un modo más intelectual, estaba abriéndose
camino en la vida gracias a una convicción parecida. Algo en ese pensamiento lo
hizo estremecerse”.
Era inconsciente de que, por su
narcisismo e imposibilidad de sentir, le hacía falta vivir para hallar las
preguntas adecuadas.
El final del cuento, es intenso y
significativo: escucha un golpe de un bate a una pelota de béisbol. Recordemos
que el juego de béisbol de sus compañeros le había hecho vislumbrar lo más
cercano a un sentimiento, aunque ajeno a él. Este golpe y los gritos de sus
compañeros, entonces, le dieron, “por
primera vez en su vida” la revelación de que algún día dejará de escribir
poesía. Con claridad nos explicita que para el muchacho la poesía está fuera de
los conflictos e impurezas que definen la vida. Por eso al intuir que en el
futuro él deberá, sin remedio, vivir, ya no escribirá poesía.
“El muchacho se
mordió los labios y sonrió. El día se estaba oscureciendo. Oyó los gritos que
llegaban desde donde practicaba el Club de Béisbol. Percibió un eco lúcido
cuando una pelota golpeada por bate fue lanzada hacia el cielo. "Algún
día, tal vez, yo también deje de escribir poesía", pensó el muchacho por
primera vez en su vida. Pero todavía le quedaba por descubrir que nunca había
sido poeta”.
Y la última frase del cuento, el
narrador se aleja del protagonista y, con su propia voz, dice:
“Pero todavía le
quedaba por descubrir que nunca había sido poeta”
Óscar Caneda
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