Intervenir después de las palabras de Arnoldo no es
fácil. Voy a empezar diciendo que esta obra de Shakespeare no entra dentro de
mis favoritas. Hay otras tragedias suyas que me han conmovido más que ésta. En el
tejido dramático, el protagonista es Yago, pues toda la acción que se suscita
lo hace previamente en la mente de Yago y se desarrolla a lo largo de toda la
obra. Prácticamente no hay antagonista, pues todos los demás personajes actúan
como Yago quiere, favoreciendo sus planes sin que se interponga ningún
obstáculo en contra de su realización. Es un personaje invadido por el odio y,
como decía Arnoldo, por sus propios celos.
Estamos ante una obra teatral, un género muy especial
en la literatura, pues está escrita para ser representada más que para ser
leída. Nosotros la leemos, además, en español, haciendo necesaria la traducción
y privándonos de la poesía.
En el teatro, sin duda, la presencia de la negritud de
Otelo, representado, seguramente, por un actor tiznado con betún, debía ser
permanente. En la obra hay muchísimas referencias a la negritud de Otelo. Una
de las cosas que me llamó la atención está dicha un par de veces, una de ellas
por Yago, y es que uno de los motivos que hacen sospechosa a Desdémona es que
haya elegido al moro. Habiendo tenido a su disposición a todos los jóvenes
blancos de su clase, ella ha optado por el moro, por el negro. Pero ha tomado esta opción, sobre todo, y
según indica el texto, por una cierta perversidad de Desdémona. Es como si
Otelo no fuese el objeto señalado para el deseo de Desdémona, lo cual me
pareció un tema interesante. Es una observación sobre la xenofobia, donde la
negritud de Otelo no es casual. Es un elemento importante del drama porque,
insisto, el que Desdémona lo desee hace a ésta, a los ojos mismos de Otelo,
sospechosa de perversidad.
Luis Teszkiewicz
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