El trabajo que
voy a presentar sobre Nora Barnacle tiene su origen en otro estudio que
hicimos Carmen Bermúdez y yo, que versaba sobre la pregunta que se hace Lacan
en el Seminario 23: “¿Qué es Nora para Joyce?”
Tomaré la
biografía de Nora y veremos que, desde el punto de vista literario, ella fue
motivo de inspiración a lo largo de toda
la obra de Joyce. Mujer divertida, valiente
y espontánea, a la que Joyce no se cansó de escuchar ni de prestar su
voz en sus personajes femeninos más importantes. Los tributos a Nora aparecen
en toda su obra: Un fulgurante hilo conductor que va desde Lily, la criada, hasta Greta, Berta, Molly y Anna Livia. Podrían saberse más cosas de
Nora a través de la obra de Joyce, pero sería entrar en el terreno de la especulación.
Nora nació en
1884 al oeste de Irlanda, en Galway, en una sencilla familia católica. La
autora de la biografía que he tomado para este trabajo, Brenda Maddox, ve a
Nora como una chica alegre y desprejuiciada que escapa de sus circunstancias gracias
a su fuerza de carácter. Nora se vio sacudida por las principales fuerzas
políticas y sociales de la primera mitad del siglo XX, dos guerras mundiales,
la lucha nacionalista, la emancipación femenina y, gracias a su talento y
fortaleza, sobrevivió a todos estos
acontecimientos, lo mismo que sobrevivió a treinta y siete años de
convivencia con Joyce.
Con ocasión de
un nacimiento familiar, a Nora la trasladaron
a vivir con la abuela. Fue el primer exilio de Nora, el que marcó más su
personalidad. Se dice que era
analfabeta, pero estudió hasta los doce años. Tuvo muchos admiradores, le gustaban
los hombres inteligentes, se enamoró a los doce años de un muchacho que
falleció al poco tiempo de salir con ella. Joyce hace referencia a este suceso
en Los muertos. Se escapó de casa
porque estaba enamorada de un
protestante, lo cual era motivo de recriminación por parte de la familia.
Era simple y orgullosa, una chica
independiente que gustaba disfrazarse de hombre y recorrer las calles de la
ciudad. Era una desprejuiciada campesina cuando llega a Dublín, donde había
encontrado trabajo de camarera en Finn´s Hotel. Un huésped puso sus ojos en ella,
pero Nora decía que los hombres de entonces eran sólo palabrería para sacar
algo.
El 10 de junio de 1904,
caminando por Nassau Street, Joyce
encontró a Nora y se enamoró de ella. Quedaron para otro día, pero no se
encontraron. La eligió, entre otras cosas, por su gracia al moverse. La
elección podemos verla como un rasgo del genio de Joyce, pues eligió a la mujer
que iba a ser esencial para su arte. En
la tarde del 16-Junio-1904
tuvieron otro encuentro en Ringsend,
citado en Ulysses y en Finnegans Wake y en la carta del 3 de
diciembre. En este encuentro conocen el goce sexual. “Es el día que tú me has hecho un hombre”, le dirá más tarde a Nora,
y será ese día, quince años más tarde, el Bloomsday,
día en el cual transcurre el Ulysses, como
tributo a Nora. Siguieron
viéndose a lo largo de ese verano. Se dice que Nora rescató a Joyce y éste
eligió a Nora para salvarlo. Dice en el Retrato,
su novela autobiográfica: “Fuiste
para mi juventud como la Virgen María”.
A partir de su encuentro comenzaron una relación epistolar.
Joyce cortejaba a Nora con las palabras y exigía otro tanto de ella. La
satisfacción sexual era un objetivo importante que se inspiraba en Nora. Este
amor fue sostenido sobre fantasías de todo tipo, sobre todo las referidas a la infidelidad.
Su escritura, como enigma, se alimentó del enigma de Nora. Es decir, a
Joyce le atrajo su simplicidad, estaba tan enamorado de sus palabras como de su
cuerpo. Escribe a Nora, le rogaba. Joyce no le explicaba el sentido de sus
escritos, pero se ocupaba de que supiera
que estaba siendo reconocido como escritor. El 13-Agoso-1904, aniversario de la
muerte de su madre, le envió el primer cuento, Las hermanas, y Nora le respondió con una carta que parece que fue
copiada de algún manual. Pero la correspondencia epistolar no se quedó ahí, por
el contrario, Joyce recibió otras muchas
cartas.
Joyce era
consciente del declive de la familia y de las decisiones que tomaba con Nora. Había
sido educado en dos escuelas regentadas por jesuitas y en este ambiente conoció
a dublinesas bien educadas, pero él escogió como compañera a una mujer
provinciana, tosca, mal educada,
carente de raíces y de cargas familiares, una muchacha católica pero sin
conciencia católica.
En este tiempo, Joyce tenía amigos que pertenecían al
renacimiento literario irlandés y retozaban en el crepúsculo celta. Pero para
él, Irlanda era una realidad demasiado
vigorosa como para considerarla a través de las nieblas del crepúsculo céltico. Él estaba en contra del
nacionalismo irlandés, al que consideraba anticuado porque soñaba con
la Iglesia católica, pretendía recuperar el gaélico y mantenía una posición de esclavitud respecto al Imperio
británico. Joyce rompe con ambos Imperios. No responde ni al Imperio británico
que es el padre de Irlanda, ni a la Iglesia Católica que es la madre. La manera
que tiene Joyce de ir contra el Imperio
británico no es por la vía de volver al gaélico que querían los nacionalistas, sino que toma la vía de destruir la lengua
inglesa.
Joyce rompió con los nacionalistas y escribió sobre la ardua realidad irlandesa
Tras esta
ruptura le preguntó a Nora si habría alguien que le entendiera. Joyce le pedía
que huyera con él. La idea de marcharse de Irlanda apareció entre ambos. Nora
insistió en que le acompañaba, pero él le dijo que no podía proporcionarle
nada, que no quería seguir manteniendo los convencionalismos y que no quería
casarse ni formar un hogar. Joyce abominaba del sistema que, según él, había
acabado con su madre, porque consideraba que hizo de ella una víctima y que la
mataron los maltratos de su padre. Con esta actitud no solo estaba respondiendo
a la Iglesia católica, sino también a las malas relaciones entre los sexos que
había en Irlanda a consecuencia del sistema.
Se fueron a Zúrich
en octubre de 1904. Nada más llegar, Joyce fue a contactar con las personas que le proporcionaban empleo, y
dejó a Nora, sin saber el idioma, en una plaza con las maletas. Él apareció a última
hora. ¿Cómo afrontó el traslado desde Dublín a Trieste, Zúrich y Paris, una
mujer educada en un convento y con un hombre que no quería casarse?
Nora estaba cada
vez más aislada, no era una compañera intelectual, pero tenía una lengua muy
aguda, cantaba canciones irlandesas y contaba a Joyce historias de las monjas,
de sus hermanas, de sus amores. Esto abrió a Joyce el camino a los cuentos,
pues estas historias formaron parte de la colección de cuentos Dublineses.
Joyce estaba
decidido a ser un escritor europeo.
Su ingreso en el continente fue bridado por dos mujeres, Sylvia Beach y Adriene
Monier, de la editorial Shakespeare & Company, donde se
editó el Ulysses por primera vez en
Paris. La edición de Londres corrió a cargo de otras dos mujeres. Fue Miss
Weaber quien se lo publicó . También la
publicación en New York estuvo a cargo de mujeres.
Para A. Meyer, en su artículo Una voz que hizo acto de escritura, el destino de Joyce está sujeto
a la generosidad de estas mujeres. Y se pregunta: ¿Qué es la mujer para Joyce?”. La escritura de Joyce es posible por la
influencia de su mujer. Nora Barnacle significó el sustento de Joyce toda su
vida. Una figura importantísima ubicada entre el menosprecio y el amor. Al
igual que ocurría con sus personajes y con su relación con la patria y la
religión. Era la voz y la canción. La voz pilar de la escritura joyceana.
¿Podemos pensar a la mujer de Joyce como objeto causa de su escritura en relación
a la voz? Parece que cuando Joyce muere, ella ya no necesita cubrir la falta en
la estructura fantasmática de aquél, lo que le permite adquirir una palabra
propia. Nora recupera la palabra cuando ya no necesita alimentar la escritura
de Joyce.
A finales de
octubre, Nora se quedó embarazada, y fue cuando se dio cuenta de que había
unido su destino a un hombre con las mismas debilidades que su padre, y que la
dejaba en soledad. Nora tuvo ataques de melancolía y llanto. A los tres meses
de nacer, Giorgio se puso a trabajar en una lavandería
Joyce convenció
a su hermano Stanislaus que se fuera de Irlanda y viniera a vivir con ellos a Trieste.
Su llegada les quitó intimidad, porque se dedicaba, entre otras cosas, a contar
las borracheras y el despilfarro económico de los Joyce. Pero también contribuyó a mantener la economía familiar. Solo siete meses después
de que llegara su hermano, se trasladaron a Roma. Joyce trabajó en un banco y
continuó escribiendo Exiliados y Dublineses. Se trasladaron de nuevo a
Trieste y a los dos años nació Lucía en un departamento de la beneficencia.
Joyce daba conferencias sobre Irlanda y
expresaba su deseo de que se separara de
Inglaterra.
Los problemas de
Joyce aumentaban porque no se publicaba Dublineses.
En 1908 fue con Giorgio a Irlanda a gestionar esta publicación y, de paso, a
visitar a la familia, pero no podía estar solo. Viajó dos veces seguidas a
Irlanda, pero tuvo una exacerbación de sus problemas en el sentido de que
empezó a dudar de la paternidad de Giorgio y acusar a Nora de las relaciones
con sus amigos. La separación le privó de su relación con la realidad. Joyce
nunca se liberó de los celos que le provocaban los primeros amores de Nora, y como
veía que esto le hacía sufrir, Nora le escribía casi a diario cartas que eran coadyuvantes
de la masturbación.
Una de las
cartas de las que Joyce se avergonzaba era la que mostraba los celos que tenía
de sus hijos, le decía que la necesitaba toda para él. A los cinco meses tuvo
que regresar a Dublín desde donde escribió a Nora cartas escatológicas donde
manifestaba un gran placer en todo lo relacionado con los excrementos. Otra vez
volvieron los celos. Estos episodios se reflejan en Ulysses, donde Molly Bloom
pide salir de esa peste. Estas cartas son importantes no solo para entender a
Joyce, sino también a Nora, y también para ver su contribución al Ulysses. También eran para Nora un
ejercicio y control personal, con ellas le
demostró que podía igualarse a él, y que sabía cómo tenerle sujeto. Joyce
le escribió el 13 de diciembre que nunca volvería a dejarla, y ya no se
separaron hasta su muerte en 1941.
Nora compartió con Joyce el amor a la música, y con la madurez se volvió más elegante A Joyce
le gustaba ver como los hombres la admiraban, no ignoraba esa originalidad psíquica
que consiste en expresar ese deseo homosexual por una persona, compartiendo o
soñando compartir su pareja. En Ulysses
aparecen atisbos de esta actitud, pero más aún en Exiliados.
Nora exaspera a
Joyce por su pasividad, y comenta que no puede cambiarla, sigue siendo la
misma. “La personalidad de mi mujer está
totalmente a prueba de cualquier influencia por mi parte”. Se decía que era
inculta porque no apreciaba la obra de Joyce y no había leído Ulysses, pero esto podía ser porque
quería apartarse de la protagonista al verse totalmente reflejada. También podía ser que no le
compensara todo el trabajo de Joyce para vivir en ese estado de penuria
económica. Que no se sentía indiferente a la obra de Joyce lo demuestra su
costumbre de recitar fragmentos de sus poemas, y por el entusiasmo que
despertaba en ella Finnegans Wake
Nora era más que
la Irlanda portátil, era la mujer irlandesa tal como la concebía Joyce. Representaba la mujer céltica porfiada, que confía en su
propia intuición y en sus pasiones y se siente orgullosa. Joyce relacionó en Finnegans Wake la represión de las
mujeres con la brutalidad del macho. Al mismo tiempo crea en las páginas de éste libro una nación
irlandesa que la historia nunca ha dejado que existiera. Nora, para Joyce, combinaba en sí misma la condición de
irlandesa con la libido femenina, dos atributos que la sociedad irlandesa
pretende mantener separados. El resultado es que la mujer en Joyce siempre
parece representar tanto a Irlanda como a su propia mujer. Era, al mismo tiempo,
la patria o la imagen de la feminidad de su país.
Por último voy a tomar la pregunta que se hace Lacan en el Seminario 23 pág. 81:
“¿Qué es pues esta relación de Joyce y Nora? Cosa
curiosa, diré que es una relación sexual, aunque sostenga que no la hay. Pero
es una extraña relación sexual”. “Le va como un guante”. “Es notable que sólo con la
mayor de las depreciaciones hace de Nora una mujer elegida”
Para Lacan, Joyce
estabilizó su estructura a través de la escritura, y Nora contribuyó a esta
estabilidad, siempre a su lado, le cantaba, era el material para su
escritura. Él siempre protegido por mujeres. Nora, su madre, la madre patria,
las editoras,...
Dejo en el aire la pregunta respecto a si en Nora había
lugar para los hijos. A Giorgio lo inscribieron muy tarde y estaba celosa de
Lucía por la atención que le prestaba Joyce. ¿Era más mujer que madre? También queda
en el aire otra pregunta que sugirió Olga Montón: ¿Qué era Joyce para Nora?
¿Había la misma certeza de este lado?
Concha Miguélez
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