Buenas tardes a
todos. En primer lugar quisiera recordar el comienzo de mi amistad con Alberto
y, a la vez, rescatar algo que me llamó
mucho la atención cuando fuimos compañeros de estudios. Posteriormente voy a
continuar con una intervención que hizo de un texto que creo que
tiene relación con el momento
actual que nos ha tocado vivir a todos nosotros.
Conocí a Alberto
hace muchos años, como estudiante en el N.U.C.E.P. Para mí era motivo de
admiración por su tesón y gran preparación; presentaba sus trabajos como
estudiante y también como psicoanalista. Yo pensaba que estaba muy bien
preparado. Un día le pregunté si no podía dejar de asistir a las clases, él me
dijo que no, que siempre se aprendían cosas nuevas, que le gustaba seguir
estudiando. Pienso que sus presentaciones eran fruto del gran amor que sentía
por el psicoanálisis y la lectura y daban cuenta de una gran
capacidad de síntesis, dominio del lenguaje y claridad mental. También quisiera
destacar la belleza de sus intervenciones, de gran nivel intelectual y, además,
acompañadas de su maravillosa voz. A mí, particularmente, me trasmitía la pasión que tenía
por los libros y el conocimiento de los autores.
Ahora me voy a
detener en unos comentarios que hizo
Alberto al libro de Paul Auster. “Un
hombre en la oscuridad”, en el que el autor da cuenta de la pérdida de un
ser querido que acontece al protagonista, y este, con mucho esfuerzo, por medio
de la fantasía elabora historias para tapar esa falta. “Tristeza, soledad,
horror, son elementos constantes página tras página, pero a la vez, el autor,
de manera sutil, configura una vía para la esperanza”
Al avanzar el
libro, por suerte aparece la nieta. Las preguntas de la nieta empujan al abuelo
a hablar de aquello que le pasa. Esto hace recordar la figura del psicoanalista
con su paciente, que lejos de permitir taponar las historias con otras de la
fantasía, pretende que se pueda decir algo, lo que sea, algo respecto a aquello
que duele.
La curiosidad de
la nieta le lleva a revivir su historia de amor, y lo que es más importante, el
abuelo vuelve a tomar conciencia de que Sonia, su mujer, no solo era su tierra
firme, sino incluso su conexión con el mundo.
Mejor así en
cualquier caso, acaba Alberto, porque aunque sea con muleta, se trata de que
podamos llegar hasta ese desayuno campesino que nos espera, y a que el
peregrino mundo sigue girando.
Muchas gracias
Concha
Miguélez
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