lunes, 28 de septiembre de 2015

Homenaje a Alberto Estévez. Comentario de Concha Miguélez

Buenas tardes a todos. En primer lugar quisiera recordar el comienzo de mi amistad con Alberto y, a la vez, rescatar  algo que me llamó mucho la atención cuando fuimos compañeros de estudios. Posteriormente voy a continuar con una intervención  que hizo  de un texto  que creo que  tiene relación con el  momento actual que nos ha tocado vivir a todos nosotros.

Conocí a Alberto hace muchos años, como estudiante en el N.U.C.E.P. Para mí era motivo de admiración por su tesón y gran preparación; presentaba sus trabajos como estudiante y también como psicoanalista. Yo pensaba que estaba muy bien preparado. Un día le pregunté si no podía dejar de asistir a las clases, él me dijo que no, que siempre se aprendían cosas nuevas, que le gustaba seguir estudiando. Pienso que sus presentaciones eran fruto del gran amor que sentía por el psicoanálisis y la lectura y daban cuenta de una   gran capacidad de síntesis, dominio del lenguaje y claridad mental. También quisiera destacar la belleza de sus intervenciones, de gran nivel intelectual y, además, acompañadas de su maravillosa voz. A mí,  particularmente, me trasmitía la pasión que tenía por los libros y el conocimiento de los autores.

Ahora me voy a detener en  unos comentarios que hizo Alberto al libro de Paul Auster. “Un hombre en la oscuridad”, en el que el autor da cuenta de la pérdida de un ser querido que acontece al protagonista, y este, con mucho esfuerzo, por medio de la fantasía elabora historias para tapar esa falta. “Tristeza, soledad, horror, son elementos constantes página tras página, pero a la vez, el autor, de manera sutil, configura una vía para la esperanza”

Al avanzar el libro, por suerte aparece la nieta. Las preguntas de la nieta empujan al abuelo a hablar de aquello que le pasa. Esto hace recordar la figura del psicoanalista con su paciente, que lejos de permitir taponar las historias con otras de la fantasía, pretende que se pueda decir algo, lo que sea, algo respecto a aquello que duele.

La curiosidad de la nieta le lleva a revivir su historia de amor, y lo que es más importante, el abuelo vuelve a tomar conciencia de que Sonia, su mujer, no solo era su tierra firme, sino incluso su conexión con el mundo.
Mejor así en cualquier caso, acaba Alberto, porque aunque sea con muleta, se trata de que podamos llegar hasta ese desayuno campesino que nos espera, y a que el peregrino mundo sigue girando.

Muchas gracias


Concha Miguélez

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