Estas
líneas son muy difíciles de escribir.
Leer
los textos de Alberto que nos habéis enviado es doloroso porque nos evoca, porque
vemos, podría decir, su presencia luminosa
en la tertulia, y esto nos hace más difícil aún creer lo que ha pasado. Hace
dos años que Alberto no asistía, pero su vuelta estaba en el aire, ya volvería.
Lo
conocí como alumno del Nucep, el Centro donde enseñamos psicoanálisis, pero
entonces no teníamos una relación personal. En un momento dado me dijo que quería
hacer una actividad clínica conmigo. Ahí, lentamente, comenzamos a conversar, a
tomar café, a comer. No sé por qué. No sé si tiene que haber un motivo para una
relación, para una amistad. No sé cual era nuestro motivo. Creo que era él, su
forma de ser: tan atento y entrañable. Era una persona que siempre tenía un
gesto o una palabra cariñosa y verdadera para el otro. Nuestra amistad fue algo
que tuvo mucho que ver con Alberto porque yo no soy así, yo no hago amigos
fácilmente.
Liter-a-tulia
formó una parte muy importante de los encuentros. Me invitasteis a comentar Bartleby, el escribiente, de H. Melville
y desde entonces no dejé de asistir a la tertulia hasta que Alberto enfermó. Cuando
él dejó de venir, yo casi no vine más. Siento un vacío que no puedo llenar.
¿Qué cosa mía se llevó Alberto que me deja este vacío?
La
vida, que es muy dura, nos hizo encontrar en otros circuitos, de dolor y de
enfermedad. Pero esa fue también una ocasión para estar juntos, para quedar,
para hablar de las cosas que nos pasaban. Compartimos médicos y pasillos. Yo
fui muy optimista hasta el último momento, aún cuando el optimismo no se podía
sostener, porque no quería aceptar lo que ya era evidente.
La conversación
sobre libros estaba siempre presente en nuestros encuentros. Hace pocos meses le
regalé un libro de una escritora que me gusta mucho y él no había leído nunca,
Joyce Carol Oates (Un jardín de placeres terrenales). Luego no pudo leerlo, ya
no tenía fuerzas para emprender semejante empresa. Es una lástima porque le
hubiera gustado mucho.
Me
alegra que nos reunamos para despedirlo, aunque yo todavía no me creo su
ausencia.
Graciela Sobral
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