sábado, 28 de diciembre de 2013

Amistad de Juventud, de Alice Munro. Comentario de Ignacio Castro

Parte de las cosas que se han dicho aquí no las entiendo, incluyo en ello algunas de las que yo mismo he dicho. Pero hay una cosa muy sencilla, hay literatura porque la mundialización es una patraña abominable. Es decir, el mal local, el mal de vivir aquí y ser yo, jamás pasará a la historia. Hay Literatura por esta cuestión. Y por tanto, la hay para, en vez de lo que hace la mundialización, que es sobreponer un bien al mal, sacar un bien del mal, y tutear al mal. En ese sentido, me parece que siempre que hay literatura, hay un amor estúpido que le da lo que no tiene a quien no lo ha pedido. Convierte en santo a cualquiera. La inocencia me parece el colmo de lo afrodisíaco, me suenan bien los personajes que rozan esta especie de beatitud laica o religiosa que linda con la estupidez, que es una buena señal para la literatura.

Después, hay literatura cuando alguien, en este mal local que no tiene traducción posible en el orden mundial, ha pasado una temporada en el infierno, y si no, no la hay. Entonces, todos los razonamientos que llevan a una persona a dibujarla como encantadora y que la hacen deseable para cenar con ella –al parecer esta mujer— no tienen nada que ver con la literatura. Las escritoras que vale la pena leer son abominables para los cercanos. No creo que fuese agradable cenar con María Zambrano, o con Clarice Lispector. Así sin más no sería posible, quizá con pastillas, y sobre todo con voluntad y amor propio, pero no creo que sin más, hacer un desayuno con estas mujeres sea sencillito, porque han pactado con el diablo y saben mucho de él.

Esto creo que tiene algo que ver con la literatura que perdura. Que haya una persona, de uno u otro género, que sea encantadora, vale para tomar pastelitos y café con leche. Lo que falta es lo otro. Hay literatura para que la estupidez local, de alguna manera se redima desde dentro, sin necesidad de operarse las jorobas. En este sentido, no entiendo lo de la literatura hecha por mujeres para mujeres. Admiro profundamente a las escritoras que nombré, las adoro, profundamente patológicas. María Zambrano, Clarice Lispector, no escribían para mujeres, es más, no escribían como mujeres, es más, dudo que fueran humanas mientras escribían.


Ignacio Castro

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