Respecto
a la cuestión del Premio Nobel concedido a Alice Munro, me dio una gran alegría
saber que se le había concedido a una mujer. A partir de ese momento leí un
poco sobre su vida. Y pensé que era increíble cómo una mujer como ella, nacida
en una granja perdida de Canadá, con una religión presbiteriana y protestante fortísima,
con tres hijos, haciendo pasteles, atendiendo al marido y a los niños, se
pusiera a escribir en el tiempo de la siesta. Me pareció admirable e increíble
en una mujer sin currículum. Uno está acostumbrado a que los premios Nobel
recaigan sobre alguien extraordinario. Y por qué no hacer que todo este
esfuerzo, esta tenacidad y esta no resignación tengan su premio.
En
sus textos pareciera que habla sobre mujeres resignadas. Pero ella se ha
revelado a su destino y ha logrado el Premio Nobel. Y a pesar de que no es
Chéjov, se merece el premio Nobel por ser mujer y haber dedicado una vida
entera a la escritura con todos los problemas que tuvo que haber sufrido y el
miedo que tuvo que haber pasado, pues dice que escribía escondiéndose. Supongo
que se arriesgaría a que la gente dijese, que ridícula esta tarada que se
dedica a la escritura. Era el concepto que se tenía de las mujeres. Y bueno,
haber logrado esta meta y poder decirle a las mujeres, miren, yo con tres hijos,
haciendo pasteles, soy un premio Nobel, me parece una buena postura política
por parte de la Academia. Por más que pueda ser un poco paternalista, creo
realmente que ella ejemplifica a muchas mujeres que no tienen ningún tipo de
reconocimiento. En este campo, insisto, creo que es afortunado, por parte de la
Academia, haberle otorgado el premio a esta mujer.
Silvia Lagouarde
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