El
relato tiene la virtud de ser un acertadísimo tratamiento de personajes banales,
pero un tratamiento que consigue alzarlos a otra dimensión. Encuentro una trama
muy bien hilvanada, llena de pequeños grandes hallazgos. Uno piensa que se
trata de algo vivido por la autora, o bien de algo que le han contado muy de primera
mano. Podríamos decir que es dolorosa esa virtud de la autora que consigue ponernos
en contacto con unos seres que viven una vida realmente dramática, sin
concederle al hecho demasiada importancia, pero que al ser relatada de este
modo cobra una trascendencia especial. Insisto, la cualidad de la escritora
estriba en conseguir que unos seres banales, sin demasiado interés, pasen a
convertirse en primeras figuras de un drama que suena a cotidiano y conocido.
El
cuento nos introduce, poco a poco, en una cruel historia de progresivos y
retorcidos desenlaces que van encajando hacia un final que, para la escritora,
es terrible, despreciable, inhumano. Esto podría decirse de la descripción que se
va haciendo de Flora, genial descripción que frase tras frase va configurando
un relato de una altura literaria fantástica. Cuando uno cree que lo ha leído
todo sobre la vida, que ya no se puede decir mucho más, que todo ya ha sido
escrito, descubre que una nueva autora ha sabido transmitir, con palabras
diferentes, algo de eso que llamamos la vida y que llega profundamente al
lector.
Antonio
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