Estamos ante un relato de mujeres: Flora, Ellie, la madre de
la narradora, la propia narradora, la enfermera Atkinson, mujeres que han
tomado una posición diferente en la vida y tienen formas de gozar diferentes. El
único hombre, Robert, como dice la propia narradora, es un hombre objeto,
objeto de intercambio entre las mujeres, puede pasar de una a otra como objeto,
sin que aparezca nunca su deseo manifiesto, de manera que uno pueda interpretarlo
como causa de las sucesivas elecciones. Robert comienza con Flora, sigue con Ellie
y termina con la enfermera Atkinson, pero parece ser solamente un objeto de
intercambio. Es el único hombre que aparece en el relato, pues el padre de la
narradora no aparece más que como una referencia lejana.
Pero el relato, además de mostrar diferentes posiciones
femeninas en relación a su goce, muestra la incógnita, la imposibilidad de
saber qué es una mujer. Hay una protagonista, Flora, en versión de la madre, pero
no sabemos qué desea Flora, no sabemos con qué goza. Parece gozar de la
abnegación, si tomamos en cuenta la versión idealizada por la madre. Versión
que supone la hija, que nunca encontró la carta que debería de ir encabezada
con un: “Mi querida y admirada Flora”.
Y según la versión de la dama soltera –la hija de la narradora— goza con el
sadomasoquismo, sufriendo y haciendo sufrir.
Son dos versiones interesantes que, en realidad, nos hablan
más bien de la madre y de la hija, pues son ellas las que tienen fantasías
respecto a lo que Flora es, qué desea, de qué goza, cómo goza. Y ello hasta el
punto de que la hija, finalmente, realiza el proyecto de escribir sobre Flora: es
el cuento del que estamos hablando. Pero entre tanto ha mediado una carta en la
que Flora dice no, que ella no es quien la madre cree. Una carta que hace que
la narradora, a partir de ahí, componga su propia fantasía, donde le supone a Flora
otros goces posibles, podía conducir un coche, podría ir de vacaciones, podría
tener un hombre, una pareja, etc. Pero lo interesante es que Flora aparece como
alguien indefinible. En realidad, no sabemos quién es, sólo conocemos las
versiones que se han dado de ella.
Y nos encontramos también con ese final tan sorprendente,
donde aparece el tema de los cameronianos, su crueldad, y esa rigidez tan
sorprendente que me parece cobrar el sentido de volver sobre el cuento mismo.
Luis
Teskiewicz
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