Me
identifico plenamente con lo dicho por Ignacio Castro. Y, si bien leí el texto
de Alice Munro con la actitud que siempre sostengo cuando me enamoro de un
escritor, actitud que me lleva a comprar más textos del autor de que se trate,
en este caso, sin embargo, después de leerlo, dije no, hasta aquí llego. No es
una autora que me estimule a seguir leyéndola.
Pero
quiero hacer una observación por la que pido perdón de antemano.
Particularmente, tengo cierto rechazo por la escritura femenina y una gran
admiración por la masculina. Sin embargo, con esta mujer me ocurre que su lectura
me ha encantado. Es decir, he sentido que su manera de escribir es femenina, pero
me he preguntado por qué me parece su escritura tan femenina y, sin embargo,
con una inteligencia masculina. Insisto, hago este comentario pidiendo perdón
de antemano. Tiene una capacidad de observación, de hacer un abanico de posiciones
subjetivas, mostrar cómo somos las mujeres, y he sentido que hay un verdadero
saber y un gran intento de que las mujeres comprendamos a las mujeres. Eso es
lo que he detectado. Y también creo que tiene algunas licencias en su escritura
que me parecen absolutamente femeninas, pequeñas banalidades, licencias que un
hombre no vería jamás.
Me
parece perfecto lo que dijo Ignacio Castro respecto a la asimilación de esta
escritora con Chéjov. Me parece imposible esta comparación. La lectura de
Chéjov es imprescindible para cualquier lector, pero no ocurre lo mismo con
Alice Munro.
Silvia Lagouarde
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